Cómo la joven indígena,
Abigail Mukucham,
decidió luchar contra las grandes petroleras

Cuando a Abigail Mukucham, de 21 años, le pidieron por primera vez que representara a la Coordinadora Binacional de la Nacionalidad Achuar del Ecuador y Perú—COBNAEP— no estaba segura de aceptar la invitación. La organización le había pedido que participara en una visita a uno de los centros de extracción de petróleo más antiguos de Ecuador, en la ciudad de Lago Agrio, en la región amazónica de Sucumbíos, al norte del país. Lago Agrio es una ciudad que fue tomada por la industria petrolera y es conocida por la contaminación y destrucción que la extracción trajo consigo.
Junto con su organización, COBNAEP, Abigail formaría parte de un grupo de representantes de organizaciones como Alianza Ceibo y Amazon Frontlines -de la Amazonia y de todo el mundo- que trabajan juntos para fortalecer la resistencia indígena contra la próxima subasta petrolera de Ecuador.
Abigail nació en la comunidad de Kapawi, cerca de la frontera con Perú, y pertenece a dos culturas indígenas: su padre es achuar y su madre shuar. Pero de niña, su conexión con Kapawi se interrumpió cuando se trasladó a la ciudad de Puyo. Habiendo crecido en Puyo y ahora estudiando en Riobamba, Abigail no sabía si era la persona adecuada para representar a su organización o aprovechar la oportunidad para aprender más sobre el movimiento. Después de todo, vivía en una ciudad, estudiaba a tiempo completo y nunca había pensado demasiado en la extracción de petróleo.
Con algunos ánimos de su madre y sus amigos, decidió ir, y cuando hablamos con Abigail sobre la experiencia, nos contó cómo la gira le ayudó a ver la amenaza del petróleo de una forma nueva. “Fue increíblemente gratificante para mí llegar a comprender una realidad que está oculta a la vista,” nos dijo. “La mayoría de la gente no sabe lo que pasa realmente en Sucumbíos.”
Abigail volvió a casa, convertida en un nuevo miembro del movimiento que lucha por impedir que la frontera petrolera se expanda hacia su territorio y más allá.
*Esta entrevista ha sido editada para mayor claridad.

“Fue increíblemente gratificante para mí llegar a comprender una realidad que está oculta a la vista”.
AF: Cuéntanos paso a paso tu experiencia y qué aprendiste.
Abigail: Comenzamos visitando el primer pozo petrolero perforado en la zona. Al llegar nos reunimos con un señor de nacionalidad Cofán, quien nos contó su historia, de cómo las petroleras habían llegado así – de la nada -. Él, junto a su familia, estaban en su casa cuando escucharon un ruido fuerte. Se acercaron al lugar de donde provenía el ruido y las cocineras les ofrecieron queso, aceite, gasolina, y atún.
En el camino de regreso a casa revisaron las cosas qué les habían dado. Entonces olieron el queso – que en ese momento ellos no sabían qué era – y dijeron que el olor les había parecido demasiado desagradable. Lo único que se habían llevado para la casa era la gasolina porque les habían explicado que sirve para hacer antorchas.
Entonces la petrolera se instaló ahí y ellos no supieron nada, solamente se instalaron, sin comunicarles o notificarles sobre que iba a pasar.
Luego nos contó que muchos de los familiares de él habían fallecido. Los hijos de él habían muerto a causa de la contaminación. Y que las que más sufren son las mujeres ya que sufren demasiadas enfermedades cancerígenas, como el cáncer de útero.

AF: ¿Cómo te sentiste, escuchando esto?
Abigail: Realmente me dolió bastante, porque perder a personas que realmente nos importan . . . es un dolor bastante grande.
Luego de eso fuimos a un lugar de agua residual de petróleo. Ahí nos explicaron que toda el agua contaminada llegaba a ese lugar. Y el señor que nos estaba guiando, nos invitó a cada uno a olerlo. Nos pasó un vasito pequeño y empezamos a oler cada uno. Ese olor del agua era como a quemado, demasiado fuerte, no se podía oler. Algunos casi vomitan por ese olor.
AF: Y tú, ¿cómo reaccionaste a esa agua?
Abigail: Me revolvió el estómago. Y luego me empezó a doler demasiado la cabeza. Y entonces como el olor es demasiado fuerte, empecé a tomar bastante agua porque no aguantaba ese olor.
AF: ¿En algún momento antes habías olido algo así?
Abigail: Podría ser, por ejemplo, cuando asfaltan las calles, es un olor similar. Pero el olor que estaba allí era mucho más fuerte.
“Ese olor del agua era como a quemado, demasiado fuerte, no se podía oler“.


“Ví que la extracción está demasiado cerca de las casas”.
AF: ¿Qué más viste?
Abigail: Al seguir el trayecto llegamos a las piscinas abandonadas. Y ahí caminamos y nos encontramos ya con el residuo y no parecía que hubiera tanto petróleo, porque lo que se encontraba eran las plantas que trataban de sobrevivir.
Es increíble como seguían creciendo las plantas alrededor de todo ese petróleo derramado. El señor nos iba contando que aquí es donde desechan todo el petróleo y demás residuos. Al principio no se percibía tanto el olor, pero al momento que empezó a mover con un palo, el olor se desprendió más fuerte.
Luego nos pusimos los guantes para que pudiéramos sentir como es el petróleo. Su textura era como de goma o silicón, bien pegajoso y nos decían que no nos peguemos a la ropa, o que no se nos pegue a la piel porque nos puede contaminar a nosotros también.
AF: ¿Cómo fue tu percepción del petróleo antes de oler eso y sentir estas cosas?
Abigail: Como uno ve como en videos o en películas a veces, es como que perforan la tierra, entonces yo pensaba que la extracción no era tan…tan devastadora o tan trágica, por así decirlo, porque pensaba que era un lugar alejado a la población. Pero en este tour ví que la extracción está demasiado cerca de las casas, está como a unos 30 metros de cada lugar, o menos. Me sorprendió bastante que las familias, todas las personas que están alrededor de la extracción hayan sobrevivido hasta ahora, porque ellos solamente sobrellevan la situación y hacen como que no pasa nada a su alrededor por miedo a lo que les vayan hacer el Estado o los petroleros.

AF: ¿Qué más viste, aprendiste y qué te sorprendió?
Abigail: Al regreso, en medio del trayecto se encontraba una tubería que estaba saliendo fuego, estaba encendida. Y entonces sentí miedo, porque ¿en qué momento esa tubería explota y arruina a toda la gente que está alrededor? Porque las tuberías pasan por encima de las casas y no por debajo. Lo que más sentí fue demasiado miedo, angustia y tristeza, todo eso es lo que sentí.
AF: ¿Qué tipo de miedo sentiste?
Abigail: Fue un miedo porque si nosotros seguimos dejando que el Estado entre a nuestras tierras, nos puede llegar a pasar lo mismo. Que nuestras familias, nuestros seres queridos, sufran ese tipo de enfermedades o cualquier otra situación que llegue a suscitar.
Y no solo un miedo, fue como que una rabia interna hacia mí mismo porque las petroleras piensan que los indígenas en ese tiempo, por no conocer sobre algunas cosas, no saber el español, que invadir a un pueblo así sin nada de información, estuvo bien. Por eso sentí una rabia interna.
“Nos puede llegar a pasar lo mismo. Que nuestras familias, nuestros seres queridos, sufran ese tipo de enfermedades… Y no solo un miedo, fue como que una rabia interna“.

“Debemos darnos cuenta de lo que pasará en todo el Ecuador si permitimos que la frontera petrolera siga expandiéndose, porque todos estamos conectados“.
AF: Desde tu perspectiva, ¿cuáles son las claves para asegurar que la frontera petrolera no se siga expandiendo en la Amazonía?
Abigail: Lo primero y más importante sería que las nacionalidades indígenas se mantuvieran firmes contra la extracción y decir no a la explotación petrolera.
Ahora mismo están intentando que las petroleras entren en el suroriente. Por eso se están haciendo asambleas en cada nacionalidad para discutir la realidad de la situación y hacer conciencia de que si permiten que entre la extracción de petróleo, se perderá toda la Amazonia. Porque Pastaza está en el centro de la Amazonía y todas las provincias están conectadas.
También sería bueno organizar pequeños tours donde, por ejemplo, se pueda llevar a jóvenes, estudiantes o gente de las ciudades, como Puyo, incluso Quito, para que conozcan la realidad de lo que se vive en Sucumbíos. Eso ayudaría a que la gente tenga otra perspectiva de lo que está pasando en la Amazonía. Debemos darnos cuenta de lo que pasará en todo el Ecuador si permitimos que la frontera petrolera siga expandiéndose, porque todos estamos conectados.
Créditos:
Texto: Allison Keeley | Fotos: Michelle Gachet | Edición: Allison Keeley, Sophie Pinchetti, Luisana Aguilar | Diseño: Omar T. Bobadilla
Y gracias a Abigail Mukucham por su tiempo!