por Amazon Frontlines /

April 2025 /

Chronicles /

Instalación de sistemas solares en comunidades Waorani 

Texto: Hernán Payaguaje | Video: Santiago Oviedo | Fotografías: David Díaz

Los waorani son los hijos del sol, del dios Nenquihuenga, quien les enseñó a hacer lanzas de chonta y a vivir evitando el fuego. Sin embargo el fuego, a pesar de sus riesgos, siempre ha sido una fuente vital de luz para las comunidades. Pero hoy ya no es suficiente para acompañar sus quehaceres diarios. La vida actual exige otras formas de iluminación, más constantes y más seguras, que estén en armonía con la cosmovisión de los pueblos indígenas y que fortalezcan su vínculo con lo natural. 

El año pasado, la Alianza Ceibo instaló 41 sistemas de energía solar en territorio Waorani para ayudar con esta necesidad. Para hacer llegar los equipos a las comunidades, tuvieron que transportarlo todo—paneles, baterías, cajas eléctricas, estructuras metálicas, cables y  herramientas —desde la ciudad de Lago Agrio hasta Pitacocha, un punto de encuentro en la orilla del río Curaray, un afluente del río Napo, en la Amazonía ecuatoriana.

Hernán Payaguaje, líder de la Iniciativa Solar de Alianza Ceibo que ha instalado 235 sistemas de energía solar en comunidades de la Amazonía desde 2016,  reflexiona sobre el viaje más reciente, los desafíos que trajo, y los cambios que ha visto para las familias y las comunidades, debido a la llegada de energía saludable.

– Allison Keeley + Erika Castillo

Un sistema que cambia vidas

Hernán Payaguaje

Es un reto llevar un sistema solar a los territorios.

Nosotros tenemos toda la capacidad de adquirir equipos, materiales, armar cajas eléctricas, sus estructuras metálicas y entrar a las comunidades a instalar un sistema solar. Pero lo primero es llegar al destino con mucho, mucho cuidado para que no se dañe el sistema. En la instalación en territorio Waorani, el reto era llegar en el tiempo indicado al punto de encuentro, porque nos estaban esperando. La organización Waorani de Pastaza (OWAP) había organizado un espacio de entrega de los kits de sistemas solares  para todos los beneficiarios.

Habíamos embarcado desde Lago Agrio con todos los equipos. Y teníamos que estar a las ocho de la mañana al día siguiente en el punto de encuentro. Pero nos quedamos varados a medio camino. Con el vehículo de carga dañado, tuvimos que cambiarnos a otro transporte y eso generó un retraso de seis horas.

Yo sabía qué las familias que iban a recibir los sistemas estaban ahí esperando, pero nosotros seguíamos varados muy preocupados—¿a qué hora íbamos a llegar?  

Esto fue algo que se salió de nuestras manos…

Cuando por fin llegamos entendimos que las familias, las comunidades, tenían toda la paciencia para esperar, todo este tiempo. Los beneficiarios de diferentes  comunidades tenían mucha esperanza de recibir estos sistemas y nos recibieron con cantos, danzas y chicha que no debía faltar en la larga jornada de trabajo que nos esperaba. 

Y lo entendimos porque hemos visto cómo este proyecto genera muchos sentimientos. Una vez, llegamos con un sistema solar, y vi la emoción en varios  abuelos beneficiarios que en su vida nunca habían tenido acceso a energía —energía sana, energía que no daña su cultura, que no daña el ambiente—. Somos testigos de la melancolía, del sufrimiento y la necesidad que viven las familias. Pero también de la esperanza de días mejores para sus familias. 

Muchas familias, para tener luz en su casita, compran un generador eléctrico que se llena con gasolina. Primero, para poder comprar el generador, lo que hacen es sacar madera, venderla, y con esa plata compran el generador. Y luego, para echarle combustible, para hacerlo funcionar, tienen que buscar todas las semanas carne de monte, pescado, vender más madera, sacar plata y comprar.

De esa actividad salen muchas cadenas de necesidades, en donde tienen que ir de cacería, ir a vender, comprar combustible y hacer funcionar su generador eléctrico,  lo cual provoca la pérdida de la riqueza de flora y fauna dentro de los territorios comunitarios. Los sistemas solares rompen esa cadena de necesidades. Teniendo el proyecto solar, ya no hay necesidad de vender madera, de hacer cacería, más bien teniendo energía limpia, aportan a la conservación de la naturaleza de los territorios comunitarios.

Decían los niños que ahora sí tienen luz para hacer sus deberes, su tarea de la escuela. Las mujeres también están muy contentas de poder tener luz para hacer sus artesanías, sus quehaceres. De compartir más tiempo en la noche con sus hijos, con sus nietos, contando historias, cuentos. La energía solar previene accidentes en los hogares de las familias, yo no hay incendios por accidentes en las vivienda y esto genera una vida digna y promueve la autonomía en las comunidades.

Hay un sinfín de beneficios. Es ahorrar recursos económicos. Los pocos ingresos que tienen las familias pueden cubrir otras necesidades, más no para la compra de gasolina para su generador. Se acabaron los ruidos de los generadores, ahora sobresale el trinar de los grillos, los cantos de las ranas; se genera un ambiente muy saludable. Es romper cadenas dañosas, es más tiempo de compartir, de estar juntos—de vivir.  

Hernán Payaguaje