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abril 2024 /

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Esta historia se publicó originalmente en commondreams.

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A medida que el país enfrenta crisis económicas y de seguridad, la industria petrolera y sus partidarios en el gobierno presionan para que se desacate el voto por detener indefinidamente la perforación en el Parque Nacional Yasuní. 

En el extremo oriental del Ecuador, extendiéndose en lo profundo de la Amazonía, unos 26.000 kilómetros cuadrados de selva yacen en el corazón de una lucha global. 

El área, conocida como el Parque Nacional Yasuní, es uno de los territorios más biodiversos de la Tierra, con más de 120 especies documentadas de reptiles, 596 especies de aves, y 382 especies de peces. En una hectárea del Yasuní, hay más de 100.000 especies de insectos, similar a la cantidad que se encuentra en toda Norte América. Hay un estimado de 117 especies de murciélagos. El parque ostenta múltiples récords mundiales en especies de árboles. Y viviendo en las copas de esos árboles uno puede encontrar criaturas tan maravillosas como el mono capuchino de frente blanca ecuatoriano, el titi rojizo, el mono aullador rojo colombiano y el mono araña de vientre amarillo. 

El Yasuní es también el hogar ancestral del pueblo Waorani y el actual hogar de los pueblos Tagaeri y Taromenane, algunos de los últimos pueblos que viven en aislamiento voluntario a lo largo de la Amazonía. En la era de jets privados, teléfonos inteligentes e inteligencia artificial, los Tageri y Taromenane – habiendo sobrevivido a siglos de invasión, enfermedad y usurpación – continúan eligiendo una existencia como cazadores-recolectores. Yasuní es uno de los últimos lugares de la Tierra donde aún pueden hacerlo así. 

La lucha por el Yasuní muestra que la gente puede unirse para usar las herramientas de la democracia y alterar el curso de la destrucción ambiental, lo que ofrece una cierta esperanza de mitigar el impacto del cambio climático.

Habiendo sido designado como parque nacional en 1979 y declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO en 1989, el Yasuní es un lugar único sobre el planeta Tierra, y para millones de personas en todo Ecuador, llegó a simbolizar recientemente un sueño por un mundo mejor. 

Durante años, el Yasuní ha estado bajo el hacha de la industria petrolera. Pero el 20 de agosto de 2023, tras una década de lucha, los votantes ecuatorianos decidieron en un referendo mantener indefinidamente el petróleo restante bajo la tierra en casi un millón de hectáreas del Parque Nacional Yasuní. Casi el 60% de los votantes a través de toda la nación escogieron valorar una de las áreas más biodiversas en el planeta por encima del precio de unos estimados 726 millones de barriles de petróleo que yacen en lo profundo bajo el suelo de la selva. (En la misma elección, unos 2 millones de electores votaron en Quito por proscribir toda minería en el bosque del Chocó Andino). 

Pueblos Indígenas, ambientalistas, estudiantes y grupos juveniles, abogados y activistas se unieron para luchar frente a la industria petrolera. Y ganaron. “Por primera vez en alguna parte, un referendo a nivel de toda una nación, logró una moratoria tanto para detener nuevas operaciones de combustibles fósiles como para revertir las ya existentes”, escribió Antonia Juhasz, una investigadora senior que trabaja con Human Rights Watch y autora de La Tiranía del Petróleo. Nunca antes la población de un país entero hizo uso de los instrumentos de la democracia directa para ponerle un límite a la perforación petrolera y proteger una selva y a un sinnúmero de formas de vida interconectadas que dependen de que esa selva no sea destruida en nombre del “desarrollo” o del “progreso”. 

Esta victoria ofrece un modelo y una alternativa para las adicciones a los combustibles fósiles que están empujando a nuestro clima y a nuestras sociedades al borde de un peligroso precipicio. La lucha por el Yasuní muestra que la gente puede unirse usando las herramientas de la democracia para alterar el curso de la destrucción ambiental y ofrece algo de esperanza de mitigar los peores impactos del cambio climático. 

“Yasuní es un lugar sin paralelo”, dijo Esperanza Martínez, una miembro y fundadora de Acción Ecológica y Oil Watch, en una entrevista reciente con Amazon Frontlines. “Es una escena de utopía, que nos empodera para cuestionar el modelo de desarrollo petrolero y para hacer algo al respecto”.

Pero ahora, cuando el Ecuador enfrenta una crisis económica y de seguridad, la industria petrolera y sus partidarios en el gobierno están presionando para que se desacate el voto. Parece como si la gente tuviera que luchar de nuevo, a pesar de ya haber ganado. ¿Cómo pudo suceder esto?

La Maldición del Petróleo 

Texaco descubrió petróleo en la Amazonía en 1967 e inició producción en 1972. El precio del petróleo se disparó en los años 70. La dictadura militar del Ecuador se unió a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) en 1973, apostando al petróleo para industrializar lo que en ese entonces era un pequeño país agrario. A medida que los precios del petróleo empezaron a caer en los años 80, los gobiernos sucesivos continuaron gastando y tomando dinero prestado con base en futuras ganancias petroleras. Para 1982, la deuda del Ecuador alcanzó un 60% de su producto interno bruto. La clase dirigente, sin embargo, continuó presionando por la exploración y desarrollo petroleros, mientras se implementaban programas de austeridad para recortar el gasto del gobierno. 

Texaco fue la principal compañía petrolera que operó en el Ecuador entre 1964 y 1992, cuando cerró sus instalaciones y se fue del país. Texaco trató a la Amazonía como a un botadero de basura, dejando un legado de ruina ambiental, humana y social que ha sido llamado el “Chernobyl Amazónico”. Seis naciones indígenas y 80 comunidades afectadas demandaron a Texaco en 1993 por el daño sufrido. Casi 20 años después, un juez de un tribunal provincial en Ecuador les otorgó a los demandantes 9,6 mil millones de dólares. Chevron, habiendo comprado a Texaco en 2001, se rehusó a pagar y luego contra demandó al abogado de los demandantes, Steven Donziger, en Nueva York. Miles de personas afectadas por la contaminación de Texaco no han recibido aún ni un centavo de parte de Chevron.

El petróleo se suponía que iba a ser el faro de esperanza. O al menos, eso era lo que las dictaduras militares y los políticos neoliberales subsecuentes aseguraban. En vez de eso, la maldición del petróleo en el Ecuador atrapó al país en un ciclo de deuda y pobreza, corrupción y un ambiente despojado. 

Esta es la paradoja de la maldición del petróleo: el aliviar la pobreza se usa para justificar las políticas petroleras y el bombeo de crudo que crean y profundizan la pobreza. 

“El petróleo no ha traído soluciones a la Amazonía”, dijo Nemonte Nenquimo, una líder Waorani y cofundadora de la Alianza Ceibo y de Amazon Frontlines. “Cuando encontraron petróleo en nuestras selvas dijeron que eso resolvería el problema de la pobreza. Pero nunca fue una solución. Lo que trajo fue destrucción y contaminación

El petróleo se presentó como una panacea clásica. Rápidamente se convirtió en una maldición. Las dos principales provincias productoras de petróleo en el Ecuador, Sucumbíos y Orellana, ahora tienen también unas de las más altas tasas de pobreza en el país. La pobreza llegó con el petróleo. Al igual que la contaminación ambiental. La pobreza es una creación de civilizaciones industriales. Los Waorani, por ejemplo, no eran pobres antes del petróleo. Vivían vidas saludables, complejas y de riqueza en la selva.  Muchos aún viven así. Aquellos que fueron desplazados por los desarrollos petroleros, aquellos cuyos campos de caza fueron destruidos por la contaminación petrolera, engrosan ahora las filas de los pobres de la nación. 

La maldición no solo los afectó a ellos, o a las familias A’i Cofán cuyos hijos murieron luego de bañarse en ríos contaminados, las familias que perdieron sus seres queridos ante el cáncer, o las comunidades Cofán y Waorani que perdieron sus territorios, sus hogares, sus formas de vida. Además los líderes políticos de la nación condujeron al país al endeudamiento y a la destitución al hipotecar el futuro sobre la base del éxito económico del petróleo, un éxito que nunca se materializó. 

“Nosotros Ganamos”

La perforación petrolera en el Yasuní comenzó en los años 70. Décadas más tarde, Martínez y Acción Ecológica apelaron al Estado Ecuatoriano para que el territorio se declarara protegido. En 2007, el  entonces presidente, Rafael Correa, lanzó una iniciativa convocando a la comunidad global a pagar la mitad de las ganancias estimadas futuras de una explotación completa del petróleo de la región, aproximadamente 3,5 millones de dólares, para dejar el área sin desarrollar. Durante seis años, Correa promovió esta iniciativa como un ejemplo de justicia climática global, aunque los negociadores de su gobierno obraron más como agentes corredores de bolsa que como defensores de la naturaleza. Luego, impaciente con la falta de financiamiento, Correa se deshizo de la iniciativa. 

En 2013, Correa dijo que el mundo le había fallado al Ecuador y que no le quedaba otra alternativa más que perforar. Correa, un populista que se asentó en el poder con Hugo Chávez en Venezuela y Evo Morales en Bolivia, llegó a adherirse a la idea del “petróleo-como-progreso” y financió la perforación en la Amazonía con fondos prestados por el gobierno chino. Declaró que la perforación era de “interés nacional” para burlar las prohibiciones existentes contra perforar en el parque. 

“La frase que solía decir y que era repetida por sus ministros, así como por funcionarios de administraciones subsecuentes, era que nos estamos muriendo de hambre sentados sobre una mina de oro”, dijo el abogado de Amazon Frontlines, Jorge Acero. “Usaban esa frase contra el Yasuní, y la han usado muchísimo en el Ecuador para apoyar la minería”. 

A lo largo de todo el mundo, la gente vio esta victoria sin precedente como un momento decisivo para las luchas del movimiento de justicia climática global.

Esta es la paradoja de la maldición del petróleo: el aliviar la pobreza se utiliza para justificar las políticas petroleras y la extracción de crudo que crean y profundizan la pobreza. Correa, después de años distanciándose de las ideologías y discursos de sus predecesores, terminó siguiendo fielmente sus huellas empapadas de petróleo. 

El cambio de Correa llevó a Martínez, Acción Ecológica y a muchos otros, a crear una amplia coalición de organizaciones indígenas, ambientales y activistas, de colectivos e individuos, que llegarían a ser conocidos como los Yasunidos (o unidos por el Yasuní). Durante el curso de unos pocos meses, los Yasunidos salieron a las calles y reunieron más de 750 mil firmas en apoyo a un referéndum nacional para evitar la perforación petrolera en el Yasuní, incluso superando el requisito legal de mínimo 172.000 firmas. 

No obstante, la autoridad electoral, políticamente controlada, del Ecuador rechazó la petición de referéndum después de haberse entregado las firmas en 2014. Una investigación independiente estableció luego que: “Durante dos semanas el Consejo Nacional Electoral del Educador (CNE) llevó a cabo un proceso de verificación que había sido diseñado desde un principio para descalificar el mayor número de firmas en el menor tiempo posible y denegar a los peticionarios cualquier oportunidad de apelación. “Apenas dos años más tarde, en 2016, Petroecuador inició operaciones en el bloque 43 Ishpingo-Tambococha-Tiputini (ITT), el hogar intacto de los pueblos Tagaeri y Taromenane, y de decenas de miles de especies de plantas y animales. 

Yasunidos demandó y años de litigio después, ganaron. En 2022, la autoridad electoral finalmente envió a la Corte Constitucional del Ecuador la pregunta para votación –“¿Está de acuerdo con que el gobierno ecuatoriano debería mantener los campos petroleros de ITT, conocidos como Bloque 43, indefinidamente bajo tierra?” – . En mayo de 2023, el tribunal finalmente aprobó la pregunta para votación en las elecciones, pese a los renovados intentos del gobierno por frustrar a los Yasunidos. 

Los Yasunidos se vieron entonces frente a una oportunidad única en la vida de construir un apoyo público masivo y empezaron a organizarse en múltiples frentes, a través de manifestaciones, eventos y otras campañas mediáticas que atrajeron la atención del país y del mundo. 

La victoria del Yasuní es significativa no solo por la protección que ella garantiza para uno de los lugares más biodiversos de la Tierra y para la gente que vive allí, sino también porque muestra cómo una nación entera llegó a darse cuenta, después de medio siglo, que el petróleo no es lo que aseguraba ser. Uniéndose a aquellos impactados de manera inmediata y devastadora por la destrucción de la selva amazónica, la mayoría de la población se unió para decir no más: Es tiempo de mantener el petróleo bajo la tierra; la economía petrolera no genera riqueza y bienestar; soñemos y construyamos juntos alternativas y un futuro justo, ¡en el que los tesoros de la biodiversidad de nuestro planeta estén protegidos! Y en todo el mundo la gente vio esta victoria sin precedentes como un momento decisivo para las luchas del movimiento por la justicia climática global. 

El veredicto de la Corte Constitucional, la más alta del país, exige que la compañía petrolera se abstenga de firmar nuevos contratos, desmantele todas las instalaciones de producción y transporte, y se retire completamente del Bloque 43-ITT en el curso de un año a partir de la votación.  El gobierno deberá también llevar a cabo programas de remediación y reforestación para devolver el área, en tanto como sea posible, a como estaba antes de que llegaran allí los ingenieros y cuadrillas de construcción.

Sin embargo, ocho meses después de la votación, el gobierno no ha hecho nada de esto. 

La Crisis

Apenas unos pocos meses después de que el pueblo votara para proteger al Yasuní, el vástago de 35 años de una dinastía bananera, Daniel Noboa, se posesionó como el presidente más joven en la historia del país. Durante la campaña presidencial, y en contraste con los candidatos favoritos, apoyar el referendo y decir “sí” a proteger el Yasuní hacía parte de su campaña. Y justo días antes de las elecciones, le dijo a un periodista que “cualquier demócrata debería de respetar la voluntad del pueblo y eso es lo que vamos a hacer”. 

Luego, en enero de 2024, para consternación de muchos, Noboa reversó su posición inicial y propuso la posibilidad de una moratoria para cumplir con el referendo. “Esto es muy triste. No solo tenemos que ganar la elección, sino que ahora tenemos que defender los resultados”, dijo Pedro Bermeo, abogado ambientalista y vocero de Yasunidos, en una entrevista reciente con Amazon Frontlines. “Ganamos una iniciativa electoral nacional. Hay un resultado concreto que cualquier partidario de una democracia liberal en el mundo entero tendría que respetar, sea que estén a favor o no, sea que hayan votado por ello o no. Pero los partidos políticos, las élites y los expertos económicos han salido todos a decir, sin vergüenza alguna, que los resultados de la votación no deberían hacerse cumplir”. 

No obstante, mucho ha cambiado en el Ecuador entre el referendo y el llamado de Noboa por una moratoria. Muchos, de hecho, podrían empatizar con su posición. Noboa llegó al poder durante un pico sin precedentes de violencia relacionada con el narcotráfico afectando a todo el país. Después de varios años de un tráfico en incremento de cocaína, las elecciones presidenciales de 2023 estuvieron marcadas por un nuevo capítulo alarmante para la historia ecuatoriana – tres políticos fueron asesinados a bala en pleno día en solo un mes, incluyendo al candidato presidencial Fernando Villavicencio, quien estaba en la vanguardia de la lucha contra la corrupción en el Ecuador. 

Sí, ganamos, y ahora tenemos que ganar lo ganado.

La crisis subsecuente se catapultó luego a nuevas alturas luego de que, en enero 9 de 2024, cuando una serie de fugas y motines de prisiones, asesinatos y secuestros – que incluyó a un grupo de delgados jóvenes en camisetas y jeans irrumpiendo en una transmisión televisada en vivo con pistolas, escopetas, machetes e improvisados puñales: los hombres armados fueron prontamente dominados por las fuerzas estatales–  conmocionó a la nación y atrapó titulares a través del mundo entero. Casi inmediatamente, Noboa declaró un conflicto armado interno, permitiendo con ello que las fuerzas armadas se tomaran las calles. Unas seis semanas después de su posesión, Noboa se convirtió, por propia declaración suya, en un presidente de tiempos de guerra. Para términos prácticos, vivimos en una guerra contra el terrorismo, dijo. 

La oleada de violencia que se apoderó del Ecuador puede parecer que no está relacionada con el referendo por el Yasuní en 2023. Puede parecer que tan solo fue inoportuno o mala suerte que el primer acto de democracia electoral de toda una nación para proteger un territorio invaluable dentro de la selva amazónica de la perforación petrolera y la primera acción mundial de lo que podría llamarse democracia climática nacional llegara en un tiempo de guerra. Pero no fue así. O no de la forma que puede parecer. 

En 2018, Ecuador tenía una de las tasas más bajas de asesinatos en Latinoamérica. Para 2023, tenía la más alta. La violencia -asesinatos, masacres, cadáveres colgando de los puentes- absolutamente auténtica. Pero no se trata de una guerra convencional y no logrará abordarse con militarización o retórica de guerra. 

Daniel Noboa ha citado al presidente salvadoreño, Nayib Bukele, como una inspiración. Como Bukele, Noboa se jacta de arrestos masivos y planes para construir nuevas mega cárceles. Imágenes de hombres encarcelados semidesnudos, que yacen cabeza abajo entre soldados y policías enmascarados, sorprendentemente parecidas a aquellas del Salvador, han sido parte de su conjunto temprano de imágenes de guerra. Los soldados y la policía graban y comparten en línea videos cortos de todo tipo de abusos. El nuevo presidente ecuatoriano llama a todo esto ‘el estilo Noboa’. Y esto es muy peligroso. 

“Mirando las publicaciones del Ecuador en redes sociales durante las semanas pasadas”, dijo Jorge Acero, “usted puede ver el florecer de lo que yo llamaría comentarios fascistas. El ejército saldrá y arrestará cinco hombres, y la gente comentará que estuvo mal que los arrestaran, que los soldados deberían haberles dado muerte a bala allí mismo. Cuando circulan imágenes de hombres jóvenes bajo custodia que se ven como que han recibido una paliza, alguien comentará que el gobierno no debería actuar como los criminales, que deben observarse los derechos fundamentales y seguirse el debido proceso. Luego habrá una avalancha de respuestas que acusan de defender terroristas y de cómo las autoridades deberían haberlos golpeado aún más fuerte. Este es el contexto social en el que ahora nos encontramos.”

Noboa se lanzará a la reelección en 2025, y de nuevo en 2029. Y está en un aprieto. Su primer mandato presidencial durará apenas lo suficiente para servir como un impulso de precampaña, y el país está cayendo en espiral. La economía está colapsando; la pobreza, incrementándose; y el Fondo Monetario Internacional impone programas de austeridad a medida que demanda los pagos de deuda. En este contexto, Noboa le ha condonado 7 mil millones de dólares en deuda tributaria a los más ricos del Ecuador, mientras intenta subirles los impuestos a los ciudadanos comunes. Parece estar desesperado por dinero en efectivo. Esta es una situación peligrosa para una nación pequeña a los ojos de la industria global de la cocaína. 

Noboa parece tener dos opciones para desacatar los resultados del referéndum y continuar perforando en el Yasuní, que alberga aproximadamente el 40% de las reservas de petróleo restantes del país. Por un lado, podría ignorar el asunto por completo y simplemente seguir perforando. Esto abriría un camino legal para que la Corte Constitucional del Ecuador le someta a un proceso de destitución y ordene su retiro de la presidencia. Noboa podría pedirles a los militares que lo protejan, apelando a la seguridad nacional para justificar la violación de la orden de la corte. Por otro lado, él podría exigir que la Corte emita una moratoria sobre el cumplimiento. Tal moratoria  es inconstitucional. El emitirla sería violar la ley y los principios de las iniciativas de votación popular y de las elecciones nacionales. Cualquiera de las dos opciones sería devastadora. 

Y aunque Noboa no intentó proponer el asunto del Yasuní para un segundo referéndum como algunos temían, sí continúa haciendo llamados por una “moratoria”. 

“Eso sería completamente ilegal”, dice Bermeo de Yasunidos, “y tendría que pasar por la Corte Constitucional de tal manera que ese tribunal pudiera modificar su resolución. Pero la resolución ya se ha hecho ley, ya pasó a través del proceso electoral nacional y ha sido consagrada, por así decirlo, en la votación. El que la Corte hiciera un cambio violaría la voluntad del pueblo. Sería extremadamente difícil para la Corte hacer eso. Pero, como sabes, cualquier cosa es posible en el Ecuador. Entonces, tenemos que estar alertas y preparados con una estrategia legal si ello fuera a suceder”.

Entretanto, durante  todo el 2023 y hasta febrero de 2024, Petroecuador continuaba perforando nuevos pozos y bombeando petróleo en el Yasuní, sacando unos 55.000 barriles por día. Cada día corren mayor peligro la selva y las personas que la llaman su hogar. 

Democracia Climática

La mayoría de la gente sabe y reconoce ahora que ya no estamos enfrentando un desastre climático, sino que estamos en medio del desastre. Hay tan pocos ejemplos de victorias y soluciones poderosas, y el Yasuní es una de ellas: Tras una década de organización desde los grupos de base, la gente del Ecuador se unió para detener la destrucción del petróleo en el corazón de la Amazonía occidental. 

Esta es una historia de los pueblos Tagaeri y Taromenane, quienes viven en aislamiento voluntario en el Yasuní, una de las regiones más biodiversas del mundo, lo que les permite continuar viviendo, para evitar que su hogar, idioma, y modos de vida sean aniquilados. Esta es una historia de comunidades indígenas y activistas ambientales, de estudiantes y legisladores, de ciudadanos de todo el país, todas y todos uniéndose para proteger este lugar y ofrecer un modelo de justicia climática. Aun así, casi tan pronto como la noticia y la inspiración del Yasuní recorrió el mundo entero, llegó la amenaza. El Yasuní, y el clima del planeta, están en un suspenso crítico. Sí, ganamos, y ahora tenemos que defender lo ganado. 

“Pienso que estamos tan acostumbrados a protestar y puesto que tantas cosas horribles suceden, algunas veces escondemos nuestra victoria”, dijo Esperanza Martínez, de Acción Ecológica. “Creo que cualquier cosa que digamos debe comenzar con el hecho de que nosotros ya ganamos. El pueblo ya decidió que el Yasuní debe ser conservado. No deberíamos anticipar la traición. Porque cuando se anticipa la traición, ellos comienzan a normalizarla y a crear las condiciones para que se piense que perdimos. No creo que esta lucha esté perdida”. 

“Tenemos que seguir resistiendo,” dijo Nemonte Nenquimo, “nuestros hijos y nietos necesitan su territorio. Sin él, perderán su idioma, y ya no serán más Waorani. Y piensen en los Tagaeri y los Taromenani: es su territorio, su espacio, su hogar, y ellos necesitan respeto. ¡Ya ganamos! El gobierno ecuatoriano tiene que respetar los resultados de las elecciones”.

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