por Amazon Frontlines /

enero 2023 /

Crónicas /

Resumen

  • La educación, la base para la construcción de un mundo plural, es indispensable para la supervivencia cultural y la prosperidad de las comunidades indígenas, que tienen un derecho protegido a la educación intercultural.
  • En la Alta Amazonía, los pueblos indígenas están co-creando sus propios sistemas educativos en consonancia con su cosmovisión, su idioma, y su cultura. Estos sistemas desafían directamente la lógica colonial de los métodos escolares dominantes y abren espacio para modelos de aprendizaje más solidarios y comunitarios.
  • El futuro de la Amazonía y de todo el planeta depende de nuestra capacidad de transmitir a las nuevas generaciones formas de entender y proteger el medio ambiente. Descolonizar los sistemas educativos es una solución climática.

I. Una crisis en el sistema educativo

“La escuela con la que sueño para los niños de las comunidades waorani es una en la que pasen algún tiempo en el aula leyendo y luego puedan salir al paisaje: eso es libertad de pensamiento, eso permite el desarrollo de los niños” , dice la lideresa waorani Nemonte Nenquimo.

En el territorio Waorani de la Alta Amazonía, las comunidades de la provincia de Pastaza están trabajando arduamente diseñando y construyendo un modelo educativo que se ajuste a sus necesidades y visiones.

Como explica la líder Waorani Nemonte Nenquimo, “queremos enseñar a nuestros hijos nuestra propia educación, las historias y formas de organización que tenían nuestros abuelos, el poder de cuidar el territorio. Nuestro conocimiento, nuestros valores, nuestras canciones, nuestro idioma.”

La presidenta de la Organización Waorani de Pastaza (OWAP) Silvana Nihua, enfatiza en que el fortalecimiento de la educación, “es una manifestación de nuestra resistencia y nuestro compromiso a cuidar nuestra cultura, el conocimiento, la comunidad, y nuestros hijos.”

La educación es lo que nos permite encarnar y sostener nuestra cultura, para movernos con fluidez en nuestros propios idiomas y entornos. Fundamenta nuestro sentido de pertenencia, nuestra identidad, nuestra autoestima y resiliencia colectiva: nuestra capacidad de estar en comunidad autóctona. La lucha por la educación es central en la pugna por la autonomía y autodeterminación de las comunidades indígenas y su territorio.

El colonialismo ha implicado una destrucción de la memoria y de la estructura que permite su transmisión: la educación. Una de las primeras maniobras de los actores coloniales fue erradicar violentamente los sistemas educativos indígenas, forjados durante siglos por ancianos y familias, e imponer de forma brutal un modelo doctrinario de asimilación. La mentalidad colonial detrás de esta concepción de la ‘educación’ se basaba en la devaluación racista del conocimiento indígena y la imposición supremacista de las ideas ‘occidentales’ por sobre todo. En el Amazonas, durante más de un siglo, las escuelas misioneras y evangélicas enseñaron a los estudiantes a abandonar su identidad y su idioma. “Los misioneros nos castigaban si no hacíamos lo que nos decían,” explica Nemonte, quien a los 14 años dejó por primera vez su hogar en la selva tropical para estudiar en una escuela misionera evangélica estadounidense en la ciudad. Al darse cuenta de que estaba siendo obligada a dejar atrás la identidad cultural y la historia de su pueblo, se escapó. Inculcaron una educación de separación: separación de familias y ancianos, separación de su espiritualidad y territorio, separación entre la ‘barbarie’ de la identidad indígena y la ‘civilización’ del pensamiento occidental. La educación, que antes se consideraba una responsabilidad y una tarea compartida por toda la comunidad, pasó a limitarse a la escuela, supervisada por las autoridades.

La profundidad y el carácter insidioso de este largo legado colonial ha llevado a una gran crisis en la educación y en la supervivencia cultural. El sistema escolar sigue fallando en muchas comunidades. En la región amazónica, los niños y jóvenes se ven obligados a estudiar conceptos y materiales alejados de la vida en la selva y de la cultura indígena, utilizando metodologías que generan desconexión. El resultado: la pérdida acelerada del idioma y del conocimiento indígena, generando profundas desigualdades en el desarrollo y escasas oportunidades para los estudiantes indígenas.

Patricia Peñaherrera, cordinadora del Programa de Educación de Amazon Frontlines, quien trabaja con las nacionalidades Waorani, A’i Cofan, Siekopai y Siona, destaca que “para las comunidades indígenas, la educación formal ha sido tan desorientadora y con tanta falta de reflexión sobre quiénes son y quiénes quieren ser, que ya no se cuestionan sobre su futuro. El resultado de este proceso es la pérdida de idiomas, tradiciones, prácticas, y claridad entorno a su existencia. Se carece de un sentido de propósito, disminuyendo la capacidad de ejercer plenamente su espiritualidad, su vitalidad. A través de la educación hay una necesidad no sólo de recuperar la cultura, sino de fortalecerla, para recuperar lo que significa ser indígena ante tanta invasión asfixiante.”

El sistema educativo actual en el Ecuador continúa con la herencia colonial que devalúa los saberes ancestrales y la cultura indígena, e impone modelos distantes e inadaptados a geografías y culturas plurales. En general, no ofrece a los jóvenes ni el conocimiento del territorio, la historia y la cultura de su propia comunidad, ni las herramientas de otros sistemas educativos. Como explican los líderes Waorani Nemonte Nenquimo y Gilberto Nenquimo, “el Estado ecuatoriano diseña currículos desde la ciudad que no tienen sentido en la selva: son currículos que priorizan la memorización y no el aprendizaje, y que enseñan lo que es importante para el cowore -la gente de afuera- sin considerar lo que es importante para nosotros.”

En 1988, los movimientos indígenas ecuatorianos lograron presionar al estado para que habilitara un sistema escolar nacional para estudiantes indígenas, denominado educación intercultural bilingüe. Si bien el derecho a la educación intercultural ya está bien establecido, tanto en el derecho ecuatoriano como en el internacional, en general, el sistema educativo nacional no lo ha aplicado de forma adecuada. Los materiales educativos de alta calidad son escasos. Los maestros han sido mal capacitados. Muchos reciben instrucciones de usar plataformas en línea en entornos sin computadoras ni acceso a Internet. En ocasiones, se entregan computadoras a escuelas sin electricidad. El estado es negligente en sus iniciativas de educación intercultural, que además carecen de fondos suficientes. Siguen basándose en lógicas coloniales, donde el objetivo de la educación es capacitar a los estudiantes en el pensamiento, la cultura, y los materiales occidentales. Como reflexiona Peñaherrera, “el objetivo dominante de todo aprendizaje es formarse en saberes occidentales y formar profesionales para un mundo occidentalizado.” En la práctica, el Estado ecuatoriano, a través de sus políticas educativas, repite la realidad de la no consulta, en violación al derecho a decidir de los pueblos indígenas.

II. La Visión Waorani para la Educación Plural Indígena

En el corazón del territorio ancestral, las comunidades Waorani están trabajando conjuntamente para desafiar radicalmente el modelo colonial de educación y nutrir un modelo indígena de aprendizaje. En los últimos dos años, docentes, padres de familia y jóvenes de toda la provincia de Pastaza se han unido en talleres y encuentros para co-crear el ‘Curriculum Comunitario de las comunidades Waorani.’ En un taller de docentes, los miembros de la comunidad definieron un sistema de educación intercultural Waorani que “nos ayudará a cuidar nuestro territorio y las riquezas que allí existen como: animales, alimentos, medicinas, espíritus de nuestros antepasados… Queremos criar niños con amor y compromiso con su territorio, que conozcan nuestras riquezas y también manejen temáticas foráneas, para que sean jóvenes decididos a preservar nuestra vida.”

A través de múltiples encuentros y talleres de co-creación, han tejido una visión rica y audaz de un sistema educativo que funciona para el pueblo Waorani. Esta visión presenta una ruptura radical, de múltiples maneras, con la comprensión dominante-colonial de la educación prevaleciente en nuestras sociedades. El modelo educativo Waorani no encierra la educación en las cuatro paredes de la escuela, o en un período corto de juventud: más bien, ve a la educación como un proceso intergeneracional dentro y fuera de las escuelas, que permite que los Waorani sientan fortaleza en su identidad. Ese lugar de fortaleza, a través de la educación, se convierte en una plataforma para relacionarse con el conocimiento intercultural.

La visión Waorani de la educación centra su territorio ancestral de selva tropical como biblioteca unificadora del aprendizaje. En lugar de un día escolar estricto con la mayoría de las actividades confinadas a un aula llena de sillas y pupitres, la selva, los ríos, los senderos, los huertos y los espacios comunitarios se consideran espacios de aprendizaje. El territorio es una pizarra para lecciones paralelas sobre ciencia, escritura, matemáticas y espiritualidad. Desafiando al favoritismo por el intelecto en la escolarización, el currículo Waorani coloca al cuerpo, a la inteligencia sensorial y perceptiva y al movimiento en el núcleo del aprendizaje.

Los materiales se seleccionan en función a su pertinencia cultural. El plan de estudios equilibra una mezcla de conocimientos clave Waorani (lengua Wao Tededo, técnicas de conservación, conocimiento ambiental, espiritualidad) y metodologías autóctonas (diálogo con los mayores, movimiento, mimetismo, inmersión, juego) con conocimientos y metodologías de los cowore (los no Waorani), incluyendo matemáticas, ciencias sociales, e idiomas (español e inglés). En lugar de utilizar técnicas mecánicas de aprendizaje y memorización, se emplean canciones, juegos creativos, observación, y narración imaginativa. Se desaconseja cualquier técnica pedagógica que promueva la inmovilidad y que desaliente la autonomía, el aprendizaje activo y la experimentación. Además, la educación es vista como un tejido conectivo, entrelazado con todos los temas de la comunidad, desde la soberanía alimentaria hasta el cuidado del territorio.

La educación no se reduce a un asunto de profesores y alumnos, sino que abarca a toda la comunidad. El plan comunitario Waorani pone un enorme énfasis en el papel de los padres, ancianos (Pikenani) y familias en la transmisión de conocimientos. Los antepasados, los animales, las plantas y los insectos también son reconocidos como maestros. A medida que se amplia la categoría de quién es considerado docente, el rol de los docentes designados o calificados pasa de ser una figura de autoridad pedagógica a ser un facilitador de la organización comunitaria, un puente entre saberes comunales y no Waorani.

En general, el concepto es evitar la rigidez, priorizando el juego, la experimentación y el aprendizaje liberador. El modelo Waorani mira a la educación desde la pluralidad, porque como dicen Nemonte Nemquimo y Gilbero Nemquimo, “tal vez los niños y niñas de la selva aprendan de otra manera… porque hace falta un pensamiento más intercultural en la formación de docentes y mayor participación de los pueblos indígenas en el diseño del currículo”. La visión valora la individualidad y la fé en el desarrollo particular de cada niño, adaptando los métodos de aprendizaje a la singularidad, las necesidades, y los ritmos de cada persona. Al deshacerse de una estructura basada en el grado o la edad, los niños tienen la libertad de moverse entre diferentes espacios de aprendizaje y encontrar su propio nivel.

A través de estos enfoques, la educación pretende ser un espacio para que las personas ejerzan y apliquen sus propios derechos, fortaleciéndose como seres Waorani independientes y generativos, comprometidos con llevar nuevas ideas a la comunidad. La educación se convierte en una base para reforzar el autogobierno y la autonomía, profundizando las conexiones de los jóvenes con su pasado y sus territorios ancestrales, y brindándoles habilidades para navegar un mundo globalizado.

Las comunidades de aprendizaje Waorani han realizado reuniones comunitarias para fortalecer la visión del plan de estudios y han iniciado conversaciones con los ministerios pertinentes. Piden al gobierno ecuatoriano que dé un paso adelante, que proporcione recursos para infraestructuras, que apoye el desarrollo de material intercultural de alta calidad, que brinde capacitaciones para educadores, y que garantice condiciones laborales estables para los docentes. La visión educativa Waorani exige un estado comprometido con el colectivo “aprender haciendo,” extendiendo la visión a todas las escuelas Waorani.

Conclusión

La lucha por la educación es una lucha transversal de las comunidades indígenas que trabajan para asegurar la supervivencia de sus propias comunidades y territorios. Asegurar el surgimiento de modelos descolonizados de educación es crucial para fortalecer a las próximas generaciones, que serán los guardianes de la Amazonía, de nuestro planeta vivo, y de la diversidad biocultural que alberga. En todo el Alto Amazonas, Alianza Ceibo y Amazon Frontlines han estado trabajando con las comunidades Waorani, Siekopai, A’i Cofan y Siona para diseñar sus propios sistemas educativos autónomos en línea con su propio patrimonio y prioridades comunales.

Este trabajo, como dice la Coordinadora de Autonomía y Resiliencia de Amazon Frontlines, Ylenia Torricelli, también se trata de “fortalecer las comunidades en un mundo de novedades y cambios, desde el cambio climático hasta los acontecimientos geopolíticos globales.” Las comunidades Waorani demuestran que la educación sigue siendo nuestra brújula, escudo, y telar para la construcción de un mundo plural y protegido.

Como dice Nemonte, «queremos que los niños crezcan fuertes para afrontar el futuro, que avancen por el mismo camino que nosotros hemos recorrido. También estamos trabajando con personas de otras nacionalidades. Ellos también tuvieron tierras sanas, pero sus gobiernos y empresas han dañado sus ríos. Han perdido muchos conocimientos. Pensamos en nuestros hijos, y estamos dispuestos a todo para defender nuestro territorio, la selva. Nuestro hogar».

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