Este artículo fue publicado en The Guardian el 16 de junio de 2024

En 2019, ayudé a liderar un movimiento que derrotó los planes del gobierno ecuatoriano para subastar más de 200 mil hectáreas de territorio Waorani en la Amazonía a las compañías petroleras. Demostramos en los tribunales que el gobierno había violado su obligación legal de obtener el consentimiento previo, libre e informado por parte de las comunidades indígenas. 

Ganamos una victoria moral y legal en nombre de nuestro hogar ancestral en ese momento -o así pensábamos que había sido-. No obstante, el presidente del Ecuador ahora planea abrirse camino con dificultad a través de ese veredicto legal y recomenzar la perforación petrolera en territorios indígenas cercanos. Obviamente no está teniendo en cuenta la fortaleza y la tenacidad del pueblo Waorani. 

Al ganar ese histórico caso legal, protegimos territorios de selva prístina, la autonomía indígena y el clima de nuestro planeta ante la amenaza del avance de la deforestación. Protegimos nuestros hogares, el futuro de nuestros niños y las selvas donde yo crecí jugando con mis hermanos y con monos de mascota, aprendiendo a hacer jardinería y chicha fresca, y el lugar donde mi pueblo aún vive hoy en día. ¡No queremos que sigan destruyendo nuestras vidas, hogares y selvas para bombear la sangre de nuestros ancestros desde debajo de la tierra! 

Luego, en 2023, participé en un movimiento por toda la nación ecuatoriana para detener toda producción petrolera y prohibir permanentemente cualquier exploración o perforación de petróleo en el parque nacional Yasuní. Yasuní es uno de los lugares más biodiversos de la Tierra, la selva de mis ancestros y el hogar de mis parientes, las comunidades Tagaeri y Taromenane, los últimos dos pueblos indígenas viviendo en aislamiento voluntario en el Ecuador. 

Estuvimos, por un tiempo, aturdidos con la alegría y la emoción de haber protegido nuestro territorio y los hogares de nuestros parientes, de haber despejado el camino legal para que otros pueblos indígenas protegieran los de ellos, y de haber evitado que los bulldozers y las bombas petroleras extendieran sus cuchillas y sus toxinas más profundamente en la selva viva. Nuestra alegría no duró mucho. 

Nuestra pequeña nación parece estar atrapada en un ciclo de narcoviolencia, corrupción y crisis políticas. En mayo de 2023, el entonces presidente, Guillermo Lasso, disolvió el congreso y convocó a elecciones presidenciales y legislativas extraordinarias para evitar su propio proceso de destitución luego de haber sido acusado de hacerse el de la vista gorda ante una supuesta malversación de fondos. Luego, en agosto 9 de 2023, 11 días antes de esas elecciones, uno de los candidatos, Fernando Villavicencio, fue asesinado a tiros a la salida de un acto de campaña en Quito. 

Daniel Noboa, de 36 años e hijo de uno de los hombres de negocios más ricos del país, atrajo la atención nacional durante el debate presidencial televisado que tuvo lugar apenas unos pocos días después del asesinato de Villavicencio. Hizo campaña basada en atraer inversión extranjera, crear puestos de trabajo, y en su claro apoyo al voto por el “Sí” en el inminente referendo sobre dejar el petróleo bajo la tierra en el parque nacional Yasuní. Noboa ganó en primera vuelta las elecciones en octubre, y luego se posesionó en noviembre de 2023 para su término presidencial interino de 18 meses. 

Teníamos razones para estar esperanzados, pero esas razones se desvanecieron pronto. Durante sus primeros seis meses en el cargo, Noboa declaró un estado de emergencia, militarizó el país, y anunció en Canadá sus planes de hacer tratos con compañías mineras internacionales. Todo esto ocurrió antes de que la policía ecuatoriana llevara a cabo una redada en la embajada mexicana en Quito para arrestar a un político corrupto, Jorge Glas, lo que encendió una crisis diplomática con México. 

Durante todo este tiempo, el gobierno se ha rehusado a cumplir con el referendo de 2023 para detener la extracción petrolera en el Yasuní, lo cual Noboa explícitamente apoyó durante la campaña electoral. Una vez posesionado, comenzó a murmurar acerca de un “moratorio” para el cumplimiento mientras continuó extrayendo petróleo de una de las selvas más biodiversas de la Tierra. 

Noboa, tal como sus predecesores de la derecha y de la izquierda, quiere destruir la Amazonía por sacar petróleo. ¿Cuántas veces tendremos que ir a las cortes? ¿Cuántos referendos nacionales tendremos que organizar y ganar? ¿Cuántas veces tendremos que convocar a huelga nacional o llamar a los presidentes a regirse por la ley?

Tantas veces como sea necesario. Esto no es un juego. Esto no es un pasatiempo, ni un hobby ni una fase. Este es nuestro hogar y nuestra existencia. Es la posibilidad para que nuestros hijos y nuestras hijas cumplan sus sueños. Nuestra riqueza es la selva. Nuestra riqueza está viva. Nuestra riqueza es el conocimiento que llevamos y compartimos a través de canciones. Nuestro conocimiento no puede ser reducido a unos ceros a la derecha y arrojado por todo el planeta. Hemos detenido a las compañías petroleras para que no nos robaran nuestro futuro, y las detendremos de nuevo. 

Noboa aún podría hacer lo correcto. Podría cumplir su promesa de campaña, respetar la ley y detener la perforación petrolera en el Yasuní inmediatamente. Podría ir aun más allá, firmando el tratado de no proliferación de combustibles fósiles, y mostrarle al país y al mundo que sabe escuchar, que valora todos nuestros futuros por encima de la adicción al petróleo como solución rápida de dinero en efectivo. 

Yo tengo la esperanza de que así lo hará. Espero que nos muestre que él es diferente entre la larga fila de políticos corruptos que lo preceden. Pero si no lo hace, verá lo que es una guerrera Waorani cuando está decidida. Sentirá la fuerza de las naciones indígenas defendiendo sus hogares. 

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