Muchos pueblos indígenas son capaces de identificar el corazón de su tierra: esa zona núcleo que es tan crítica para su sustento y que sin ella, su existencia se encuentra inminentemente amenazada. Para los Siekopai, una nación en riesgo de extinción cultural y física, esta zona núcleo es Pëkëya o Lagarto Cocha, un laberinto hipnótico de lagunas oscuras de materia orgánica y selvas inundadas, ubicadas en la boscosa frontera entre Ecuador y Perú.
Viajando el mes pasado entre delfines de río, caimanes y una multitud de aves cuyo vistosos plumajes contrastan con las túnicas multicolores de los Siekopai, más de doscientos miembros de esta nacionalidad llegaron para asistir al segundo encuentro binacional de la historia de su gente.
Esta pequeña nacionalidad transfronteriza, cuyos números alcanzan tan solo ochocientas personas del lado ecuatoriano, y mil doscientos del lado peruano, se encuentra librando unas batallas legales que podrían determinar la supervivencia de su cultura y de su gente – sembrando, de paso, un precedente para muchas comunidades indígenas amazónicas que están buscando recuperar el control de sus territorios ancestrales.
En ambos países, la Nación Siekopai ha lanzado un estratégico pleito legal para retomar de manos del Estado su territorio ancestral, y al mismo tiempo anular leyes anticuadas y derribar barreras administrativas, para garantizar así una verdadera propiedad indígena de decenas de millones de hectáreas de territorios amazónicos.
En este ensayo fotográfico compartimos una ventana para mirar lo que fue el encuentro de los Siekopai y escuchar de parte de los mismos jóvenes, ancianos y líderes, el por qué su futuro depende de que ellos recuperen su tierra.
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“Pëkëya” es el nombre del corazón del territorio ancestral del pueblo Siekopai -palabra en su propio idioma, el Paicoca-. Está ubicado a lo largo del Río Lagartococha. La guera entre Perú y Ecuador entre los años 1941 y 1998 obligó a los Siekopai a abandonar Pëkëya
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Las familias Siekopai del lado ecuatoriano viajaron durante diez horas para llegar hasta Pëkëya. La mayoría de las familias fueron desplazadas a unos 160 kilométros hacia el occidente de su territorio, hasta el asentamiento rural de San Pablo de Kantesiya: una comunidad ubicada a la vera del río Aguarico, rodeada de explotaciones de petróleo y palma africana, y de una colonización que se expande rápidamente, así como la deforestación.
Miembros de la comunidad Siekopai asistiendo a el encuentro binacional en Manoko.
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El territorio ancestral de los Siekopai comprendió alguna vez poco menos de tres millones de hectáreas entre los ríos Putumayo y Napo, de Ecuador hasta Colombia y Perú. En Ecuador, los Siekopai no tienen en la actualidad títulos legales o derechos reconocidos sobre su territorio ancestral y han sido acorralados dentro de un territorio mucho más reducido, de 20.234 hectáreas.
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Las mujeres Siekopai se maquillan con pinturas de origen vegetal y diseños inspirados en animales de la selva amazónica, como las anacondas y los jaguares.
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Los miembros de la comunidad Siekopai del lado ecuatoriano de la frontera se preparan para encontrarse con sus parientes. Las fronteras impuestas por el Estado y la guerra separaron a muchas familias durante cinco décadas.
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Más de doscientas personas Siekopai se reunieron en la aldea de Manoko, en el lado peruano de la frontera, para fortalecer los vínculos culturales y espirituales de una nueva generación que, debido a la guerra de décadas, deben ahora redescubrir a Pëkëya.
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Mujeres Siekopai lavando ropa en la aldea de Manoko.
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Pëkëya yace en el corazón de una vasta área protegida: la Reserva de Vida Salvaje de Cuyabeno, que fue designada por el gobierno ecuatoriano en 1979, sin el consentimiento ni consideración de parte de sus guardianes ancestrales.
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Durante el encuentro, los Siekopai visitaron muchos sitios sagrados incluyendo una enorme laguna oscura de material vegetal conocida como Ñakomasira. Según su cosmovisión, este sitio es un importante portal al mundo acuático, y el hogar de muchos seres espirituales.
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Los ancianos invocan el recuerdo del histórico encuentro entre el ser humano Siekopai y el espíritu guardián del agua o Añapëkë.
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La joven productora cinematográfica, Melina Piaguaje, documentando las historias que los ancianos comparten con la juventud en los sitios sagrados de Pëkëya. Ella es una entre varios jóvenes que utilizan la cinematografía y la fotografía para preservar la cultura Siekopai y amplificar los esfuerzos de la lucha de su gente.
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Los Siekopai se enorgullecen de su conocimiento de más de un millar de plantas. En esta fotografía, César y su sobrino, Wilson, sostienen la fruta wituk, que se utiliza tradicionalmente para teñir y fortalecer el cabello.
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En las orillas de la laguna conocida como Onoka të’tëpa, el anciano César Piaguaje narra la milagrosa historia de la resurrección de un chamán que visitó a sus parientes a pocos días de su entierro. Con anterioridad a 1941, esta área era también el sitio de un asentamiento Siekopai y una casa ceremonial de yagé.
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Pëkëya acoge a más de doscientas especies de reptiles y anfibios, incluyendo unas seiscientas clases de pájaros, y ciento sesenta y siete tipos de mamíferos. Muchos de ellos son especies amenazadas, incluyendo el delfín de río amazónico, la nutria gigante, el manatí y el arapima, uno de los más grandes peces de agua dulce.
Más del 50% de la tierra del mundo está siendo sostenida por pueblos indígenas y comunidades locales; no obstante, solo un 10% está legalmente reconocida, lo que hace que estas tierras y sus bosques sean cada vez más vulnerables a la invasión y a la deforestación. Apoya nuestro trabajo que busca asegurar los títulos de estos territorios a las comunidades indígenas que protegen la Amazonía y nuestro clima.