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Como una semilla que necesita de un ecosistema adecuado para crecer, la educación propia de los pueblos y nacionalidades indígenas se cultiva en el terreno fértil de las comunidades ancestrales y busca fortalecer la identidad, la lengua y las prácticas culturales de las nuevas generaciones.
Hoy más que nunca, las nacionalidades indígenas están comprometidas con cultivar esa semilla para que crezca fuerte mediante la colaboración y el intercambio de prácticas entre los pueblos, fortaleciendo una educación que no se limita a las formas hegemónicas de Occidente apoyadas en un sistema educativo tradicional que es ajeno a su realidad cultural, sino que nace y se desarrolla a través de narrativas vivas en sus propios territorios, en un ejercicio de autodeterminación y de acuerdo con sus necesidades y realidades.
La educación propia no se limita a las paredes de una escuela, pues está profundamente conectada con la realidad del territorio por lo que es, además, un acto de resistencia, de reafirmación cultural, de respeto por las raíces ancestrales y de reivindicación de los derechos de los pueblos y nacionalidades indígenas, pues existe una lucha constante para que las comunidades puedan contar con un currículo propio que no solo fortalece los conocimientos de las nuevas generaciones, sino que también fortalece la identidad colectiva de las comunidades.
En Ecuador y Colombia, las comunidades siguen luchando por un modelo educativo que respete sus costumbres y formas organizativas. En Ecuador, por ejemplo, a pesar de que se ha reconocido la importancia de la educación intercultural bilingüe, aún queda mucho por hacer para garantizar que los pueblos y nacionalidades indígenas puedan diseñar y aplicar sus propios currículos, métodos de enseñanza y preservar sus lenguas, cultura y cosmovisión.
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Fotos: Marina Sardiña
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