UN HOGAR PARA ESPECIES SAGRADAS
Imagínate: la aguda canción del pëëriri (paujíl nocturno) viaja entre la gruesa vegetación que hay en frente tuyo. En el aire húmedo zumba la música de millones de insectos, y del croar de las ranas. Senderos a través del suelo de la selva revelan las huellas de docenas de habitantes de cascos y patas.
Este es el territorio del jaguar, la anaconda, el tucán, la nutria gigante, el delfín rosado de río.
Como reflexiona Jairo Irumenga, un joven líder Waorani perteneciente a la Alianza Ceibo: “El territorio de la Amazonía está lleno de especies diferentes: plantas, peces, aves. Son innumerables. Gracias a ellas, nos relacionamos y vivimos, podemos cazar, pescar y alimentarnos nosotros mismos.”
“No son solo los animales grandes, sino también son las especies más pequeñas que habitan estos territorios. Sin ellos, los pulmones de la Tierra no existirían, no podríamos respirar este aire limpio. Sin ellos, la vida de los pueblos de la Amazonía sería destruida.”
“El mundo occidental con frecuencia piensa en estas especies como algo para ser descubierto, como si apenas estuvieran averiguando acerca de ellas. Pero para los pueblos indígenas, que viven en la selva, ellas han existido siempre. Conocemos a estos seres, y hemos estado en relación con esos espíritus”.
Estas poderosas intimidades entre humanos, plantas y animales ayudan a explicar por qué los pueblos indígenas son los guardianes más efectivos de la biodiversidad en el mundo. La rica biodiversidad de la Amazonía existe porque las comunidades la han nutrido y protegido, manteniendo profundas relaciones con sus territorios a través de la cultura, las historias y la supervivencia.
Esta interdependencia demuestra por qué la protección de la biodiversidad en los territorios indígenas está inextricablemente ligada a la protección de las comunidades indígenas y a la recuperación de sus territorios ancestrales. El destino de la conservación, el futuro de la Amazonía, y las perspectivas para nuestro planeta están vinculados entre sí, y todos ellos dependen del liderazgo y la administración territorial indígenas.
Después de todo, la conservación es mucho más que simplemente proteger especies de los depredadores humanos; se trata de proteger las culturas que viven una unidad simbiótica entre humanos y el mundo más que humano.
UNA COLCHA DE RETAZOS DE SERES
La biodiversidad en el mundo occidental se ve típicamente de manera numérica, como una cantidad de especies. En este sentido, la Amazonía es indiscutiblemente una de las partes más biodiversas del planeta.
Este tapiz de humedales, selvas y ríos contiene el 40 por ciento de las selvas globales, el 25 por ciento de la biodiversidad terrestre, y la más alta diversidad de especies de peces en ecosistemas de río. La Alta Amazonía, donde la cordillera de los Andes se incorpora a la cuenca Amazónica, en particular, se puede sostener que es una de las esquinas más ricas en biodiversidad de la Tierra. En este lugar, una sola hectárea puede contener más de 100.000 especies diferentes de insectos.
Esta perspectiva, sin embargo, enfocada en contabilizar y catalogar un paisaje, no refleja cómo la mayoría de las comunidades amazónicas abordan sus territorios. Las visiones indígenas del mundo se enfocan menos en contar y conceptualizar un lugar, y más en darse cuenta de él, sentirlo y relacionarse con él.
Luke Weiss es el Director de Cartografía y Monitoreo de Amazon Frontlines, y ha vivido en la Amazonía como parte de comunidades Siekopai por más de veinticinco años. Luke reflexiona así: “Yo crecí en los Estados Unidos y Canadá, en un estado en el que uno conocía cada tipo de árbol, tal vez 30 o 40 especies diferentes de árboles en total. Aquí en la Amazonía hay 10.000 tipos de árboles diferentes, y esto sin tener en cuenta a todas las demás plantas. Es una riqueza increíble.”
“Compartiendo con los ancianos Siekopai, quedé simplemente fascinado con su conocimiento de todas estas especies, desde insectos, pasando por hongos, peces, mamíferos hasta las plantas, el sistema completo. Yo estudié biología, y conocí a muchos entomólogos, zoólogos, ornitólogos. Pero estos ancianos sabían mucho más acerca de aves que cualquier ornitólogo que yo hubiera conocido, más acerca de plantas que cualquier botánico tropical con quien me hubiera topado. No son solo nombres y números; ellos conocen la selva por dentro y por fuera porque es del conocimiento práctico de lo que dependen sus vidas. Para estar sano, ser capaz de levantar y alimentar a tu familia, significa que debes saber cómo tener interacciones sostenibles con el territorio. Es un conocimiento muy práctico y avanzado”.
Una de las razones por las que el conocimiento ecológico de las comunidades amazónicas es tan sofisticado es porque éste presta una profunda atención a las relaciones y los ciclos. Una cosa es identificar las diferentes especies de peces; otra cosa es conocer sus patrones de migración, sus ritmos, sus estaciones de apareo. Esta consciencia reconoce cuándo puede ser apropiado pescar o recolectar la cosecha, o cuando lo mejor es dejar a otras especies en paz.
Estas perspectivas sutiles comprenden que una selva no es una plantación o una reserva natural, sino una delicada sinfonía de seres, incluyendo a los humanos. La diversidad biológica es lo que emerge a través de una abundancia de interacciones sostenidas a través del tiempo. Durante miles de años de participación y relación con sus entornos, las culturas amazónicas han construido y pasado entre generaciones historias, percepciones y habilidades increíbles.
Las culturas amazónicas, en su pluralidad, abordan sus territorios desde un punto de reverencia y reconocimiento espirituales. Según reflexiona Jairo Irumenga: “En la Amazonía hay varias naciones, y en muchas de las nuestras, nos conectamos con los espíritus de los animales. En el caso de los Waorani, comprendemos que cuando un Wao muere, no es su fin. Retorna a su origen para convertirse en un jaguar, y continúa protegiendo el territorio. Aunque el mundo occidental podría ver como que los humanos y los animales no tienen relación, nosotros estamos convencidos que cuando alguien muere, esa persona regresa a sus raíces. De una manera u otra, los espíritus se conectan, tal como las plantas están conectadas a través de sus raíces. Tal como las plantas medicinales se conectan con nosotros, protegiéndonos y dándonos ese poder espiritual para estar profundamente conectados con la selva.”
Aneth Lusitande, una joven narradora de historias de San Victoriano, recuerda que una apreciación de la vitalidad y la importancia espiritual de todos los seres le fue inculcada desde una edad muy temprana en su comunidad. Como lo describe Aneth, “Crecí escuchando consejos, historias, mitos y leyendas. Aunque volverlo a contar es complicado, todos ellos transmiten que los animales son parte de seres celestiales. Cada animal, cada insecto, tiene un guía espiritual. Veamos por ejemplo el caso de la danta (tapir) o el del huangano (pecarí de labios blancos). Ellos tienen su propio guía que los dirige a través de la selva. Estos guías son en extremo sagrados y están camuflados. No pueden ser vistos, sino solo por los chamanes más avanzados. Pero si tú estás allí, sientes su presencia.
Un tapiz de vida bajo amenaza
No obstante, los biomas biodiversos como la Amazonía, hogar para multitudes de especies, están enfrentando peligros enormes. Entre 1970 y 2018, las poblaciones de vida silvestre alrededor del mundo habían declinado un 69% en promedio. Esta tasa es aún más alta en Latinoamérica, con un descenso de 94% durante el último medio siglo.
La Amazonía, el corazón de nuestra Tierra, está en el centro de la crisis. Los animales salvajes están enfrentando la amenaza intensa e inmediata de la pérdida de su hábitat. Ya, la Amazonía como un todo ha perdido una quinta parte de su área original ante la deforestación y el daño ecológico. Las industrias extractivas – desde el negocio agrícola hasta los madereros y los mineros– están usurpando más profundamente dentro de los territorios indígenas, contaminando las fuentes de agua y despejando grandes extensiones de selva. Una violencia tal devasta los espacios de los que dependen los animales, destruyendo las rutas y corredores que ellos usan para hacer sus migraciones.
El cambio climático también está transformando rápidamente a la Amazonía, intensificando el riesgo de sequías e incendios forestales, elevando las temperaturas y desestabilizando los ciclos de vida. Muchos animales están sufriendo las consecuencias del estrés térmico, lo que se vio más claramente el año pasado en la mortandad masiva de peces amazónicos y delfines de río en toda la baja Amazonía. A menos que se tome una acción urgente para hacerle frente a esta crisis planetaria, la Amazonía enfrenta un horizonte brutal de calentamiento y desertificación, incluso su colapso. Como dice Mitch Anderson, cofundador y director de Amazon Frontlines: “Estamos en una encrucijada: dejamos que los negocios como siempre consuman la Amazonía y con ella el planeta entero, o bien, damos la lucha por nuestras vidas y nuestra dignidad.”
PROTEGER LA DIVERSIDAD A TRAVÉS DE ESTRATEGIAS PLURALES
Contra esas amenazas brutales y abrumadoras, en un momento histórico tal como este, ¿cómo protegemos la biodiversidad y las condiciones para la supervivencia digna de las naciones amazónicas?
Tenemos primero que reconocer qué es lo que funciona. Las comunidades indígenas en todas partes son los guardianes más efectivos de la vida silvestre y la biodiversidad. El 80% de la biodiversidad de la Tierra existe en los territorios indígenas, a pesar de que los pueblos indígenas representan una fracción de lejos más pequeña de la población global. En toda la Amazonía, entre 2001 y 2020, la deforestación fue 14 veces menor dentro de los territorios Indígenas en comparación con las áreas no indígenas.
En Amazon Frontlines y nuestros socios en la Alianza Ceibo, sabemos que la conservación sólo puede ser exitosa a través de la administración de los territorios que tengan raíces en las comunidades. La Amazonía es lo que es porque las relaciones humano-animal han evolucionado durante milenios, y nuestra prioridad es la de proteger estas relaciones, apoyando la auto gobernanza y la supervivencia cultural indígenas.
Durante años, hemos recuperado y replantado cosechas de antiguos alimentos, creado espacios para proteger el conocimiento ecológico tradicional, empoderando a la juventud Indígena para que cuenten sus propias historias territoriales, y mucho más, sabiendo que se requiere una diversidad de estrategias para proteger la biodiversidad de manera holística. Nuestro trabajo continúa desplegando una variedad de herramientas -desde la cartografía hasta el monitoreo y la investigación científica -todo enfocado en fortalecer la auto gobernanza, el poder y la autonomía de las comunidades indígenas.
Parte de este trabajo involucra el apoyar a las naciones indígenas a proteger su patrimonio biocultural y hacer que el estado de vida en sus territorios hoy en día tenga más sentido. Durante los últimos años, muchas comunidades han experimentado procesos de cartografía y estudio topográfico de sus territorios.
Comunidades Waorani a lo largo del río Curaray, por ejemplo, experimentaron procesos de mapeo colectivo, en los que los ancianos, las mujeres y la juventud compartieron sus entendimientos del territorio. En vez de los mapas satelitales lineales que usan los gobiernos y las grandes compañías, que marcan los recursos naturales y el potencial extractivo, la cartografía comunal ayuda a ilustrar y documentar la diversidad de un territorio. El mapa Waorani muestra senderos de jaguares, agujeros de pesca, concentraciones de plantas medicinales, y lugares emblemáticos que reflejan milenios de interacción.
Estos mapas han ayudado a salvaguardar las historias comunales, y fueron fundamentales en 2019 cuando las comunidades Waorani ganaron una histórica victoria legal, protegiendo con ello a más de doscientos mil hectáreas de la perforación petrolera.
Más recientemente, las comunidades también han estado realizando estudios de referencia de la biodiversidad, investigaciones a fondo para entender el estado y la extensión de la biodiversidad en sus territorios. Esta investigación les ayuda a las comunidades a entender qué está pasando en el sitio mismo, informarse mejor para su toma de decisiones interna, y comunicar la realidad de su territorio a la más amplia audiencia mundial.
Usando herramientas como cámaras trampa y transectos (un método utilizado para contar especies siguiendo una línea a través del paisaje), jóvenes investigadores indígenas han liderado este trabajo, colaborando con científicos de diversas universidades. Estos resultados de su trabajo de coautoría ya han sido publicados en revistas académicas indexadas (revisadas por pares), modelando más maneras horizontales de trabajar entre comunidades indígenas y cuerpos científicos.
Documentar, archivar y transmitir conocimiento ecológico es indispensable para salvaguardar la biodiversidad de la Amazonía. Así reflexiona Aurelia Ahua, una joven comunicadora Waorani de Akaro en la provincia de Pastaza: “Es crucial para nosotros el transmitir conocimiento. Mis abuelos, mis ancestros, tenían tanta información como una biblioteca. Pero a mi generación se nos ha olvidado mucho, en parte porque recogemos tanta información del exterior que no es nuestra. Estamos cambiando, por supuesto. Pero estamos comprometidos con recolectar información de nuestros mayores, usando herramientas para contar esas historias a las nuevas generaciones.”
La biodiversidad amazónica soporta el equilibrio de nuestro planeta. Ya sea que vivamos en una metrópolis como Nueva York o en el corazón mismo de la Amazonía, nuestros territorios nos conectan. Dependemos el uno del otro. Con este espíritu, proteger la biodiversidad de la Amazonía significa honrar el liderazgo indígena y el derecho de las comunidades para gobernar sus territorios en sus propios términos.
También significa ir directamente en contra de las políticas extractivistas de los combustibles fósiles y las compañías mineras en nuestras sociedades, una hazaña nada fácil. Podemos tan solo elevarnos juntos ante tan inmenso reto, construyendo alianzas entre los pueblos, fortaleciendo conexiones entre seres humanos y las ecologías alrededor de ellos.
Tal como invita a hacerlo la narradora de historias Siona Aneth Lusitande, “Necesitamos proteger la naturaleza, que es parte nuestra, y de la cual nosotros somos parte. La biodiversidad es en última instancia la vida misma. Como pueblos indígenas, cuidar de la biodiversidad significa cuidar y valorar quiénes somos, cuidar de toda la vida y la biodiversidad que somos, para todos los seres del territorio.”