EL MUNDO EN UNA INCERTIDUMBRE CRÍTICA

Por doquier, entre satélites, estaciones de temperatura, líderes indígenas e investigadores científicos, está surgiendo en consenso un mensaje alarmante: la Amazonía está enfrentando una crisis enormemente grave. Aquejada por incendios forestales y sequías que se agravan progresivamente, invadido por taladores e intereses extractivos, el sistema fluvial que nutre nuestro planeta podría enfrentar un colapso en el curso de algunas décadas.

Sin embargo, los defensores indígenas de la tierra luchan valientemente por defenderla. Ellos saben que el destino de sus comunidades, y de la Tierra como un todo, está entrelazado con la protección de la Amazonía. Su lucha y liderazgo le están mostrando al mundo un ejemplo claro de cómo confrontar la lógica colonial en el corazón mismo del cambio climático, y cómo vivir en dignidad y armonía con las ecologías a nuestro alrededor. 

Al adentrarnos en su historia, tenemos que empezar por aterrizar en el mismo Amazonas, y por pensar claramente sobre qué queremos decir cuando hablamos de los ríos. 

¿Qué ves cuando miras un río? ¿Qué notas, qué percibes con tus sentidos? ¿Qué te recuerda el agua?

“Para nosotros, los pueblos indígenas, los ríos son sumamente sagrados”,

explica la líder Siona Alicia Salazar, entre una algarabía de cantos de pájaros.

Alicia es miembro de la Alianza Ceibo, una organización liderada por indígenas en la Alta Amazonía.

“Los ríos son seres vivientes. Están profundamente vivos, llevan espíritus como la Yakumama que cuida de los peces y de la vida del agua. Los ríos son sensibles, se hieren fácilmente con el ruido intenso y la contaminación. Si los ríos están limpios y saludables, nuestros espíritus están allí, cuidándonos a nosotros. Pero si los ríos no están saludables, los espíritus se van, y también se va nuestro alimento. Esa relación muestra por qué tenemos que respetarlos”.

“En la actualidad, mucha gente está perdiendo su conexión con la naturaleza, incluso con otros seres humanos. Luchan por encontrarle importancia a la espiritualidad, y ven a un río como solo agua. Pero para nosotros estos ríos son nuestra vida, nuestro territorio”.

A nuestro hogar puede llamársele Tierra, pero su fuerza vital es el agua. La mayor parte de la superficie de nuestro planeta es océano, tal como la mayor parte de nuestros cuerpos es agua. No podríamos respirar bajo el agua, aun así, es el agua lo que se mueve a través de nosotros y posibilita nuestro vivir.

Es de esta intimidad de donde emerge la santidad. Como lo expresa la defensora del territorio A’I Cofan, Alexandra Narváez, ganadora del Premio Goldman y una de las lideresas que llevó a su comunidad a una victoria histórica frente a la minería del oro, en su reflexión: “Nuestros espíritus, como pueblo A’i Cofan, están allí, en el agua. Ellos protegen nuestra nutrición, nuestra esencia, nuestra cultura”.

UNA SELVA DE RÍOS

Los pulmones de nuestro planeta. El mayor sumidero terrenal de carbono. Una concentración deslumbrante y vertiginosa de biodiversidad. La imagen convencional de la Amazonía es la de una selva, una densa red de abundantes árboles y plantas. 

Sin embargo, un bosque tan lleno de vida solo es posible porque está nutrido y sostenido por una selva de aguas. El río Amazonas es el sistema fluvial más grande del mundo, compuesto por unos 1.100 arroyos y ríos, también conocidos como tributarios. Durante el año, el agua cae en cascada desde los glaciares y humedales de los Andes, barriendo a través de las planicies, y vertiéndose de forma espectacular al Océano Atlántico a través del delta fluvial del Amazonas. En conjunto, el río se extiende a lo largo de una asombrosa longitud de unos 7.000 kilómetros

Cada segundo, el Amazonas libera cerca de 200.000 litros de agua dulce al Atlántico. En momentos pico de la temporada de lluvias, el ancho del caudal principal del Amazonas puede extenderse más de 48 kilómetros. En el transcurso de un año, este majestuoso sistema fluvial lleva el 20% de nuestra agua dulce hacia el mar. Si se mira a la Tierra como a un cuerpo humano, el río Amazonas sería nuestra mayor arteria.

La ecología acuática única del Amazonas juega un papel crítico en la regulación regional de las temperaturas, estabilizando nuestra atmósfera, y asegurando que nuestro planeta sea habitable. Nuestro clima es un sistema de ciclos y frágiles equilibrios. La cuenca del Amazonas es indispensable para equilibrar los ciclos del agua y el carbono del mundo.

La escala y la importancia ecológica del Amazonas son tales que este le da forma a su meteorología y ciclo hídrico propios. A través de un proceso conocido como evapotranspiración, en el que los árboles emiten vapor de agua a través de sus hojas, el bioma produce alrededor de la mitad de su propia precipitación lluviosa.  

En la Amazonía, los árboles actúan como poderosos organismos de transformación, absorbiendo arroyos enteros de agua a través de sus raíces, distribuyéndola entre sus ramas, y emanando gotitas hacia la atmósfera. Un solo gran árbol amazónico puede transpirar una tonelada (264 galones) de agua por día. 

El vapor de agua dispersado por miles de millones de árboles por toda la Amazonía forma lo que se conoce como ‘ríos voladores’. Estas corrientes de agua en el cielo irrigan al Amazonas, caen en forma de nieve sobre los Andes, y alimentan el sistema fluvial entero a través de la lluvia. A medida que las aguas lluvias regresan a la baja Amazonía, el ciclo de hidratación y transpiración comienza de nuevo. Es este sistema de interconexión en espiral es lo que ha sostenido y creado a la Amazonía durante diez millones de años. 

Para las comunidades indígenas de la Amazonía, los ríos son enormes seres vivientes, que son a su vez hogar para una variedad de espíritus y seres. Todos estos seres dependen de poder moverse a través de la selva líquida del Amazonas. Mientras el agua fluye río abajo desde los Andes hasta el Atlántico, muchas especies migran corriente arriba hacia los Andes desde la llanura inundable amazónica. Desde tortugas hasta delfines rosados, las muchas especies del Amazonas completan sus ciclos vitales mediante viajar entre lagunas, tributarios y selvas inundadas. El bagre dorado, por ejemplo, migra a lo largo de unos 6.000 kilómetros cada año, entre los criaderos en la baja Amazonía y los desovaderos en la alta Amazonía.

Estos complejos movimientos son parte de lo que alimenta la impresionante biodiversidad de la Amazonía, las migraciones de peces son, por ejemplo, cruciales para esparcir las semillas. Como muchas comunidades y biólogos lo han sabido, la Amazonía es un cruce de ‘caminos a nado’, donde las corrientes de agua, los nutrientes y las especies migran e interactúan. 

DESTRUCCIÓN:

LA CONVERGENCIA DE AMENAZAS PARA LA AMAZONÍA

Las aguas vivificantes del Amazonas se encuentran bajo severa amenaza. Al momento de elaborar este escrito, la Amazonía está reemergiendo de una de las peores sequías en su historia. En 2023, muchos de sus tributarios cayeron a mínimos históricos, dejando docenas de comunidades sin agua, alimento ni movilidad. Las canoas se quedaron varadas. Enormes bancos de peces murieron. Más de 150 delfines de río -una especie sumamente sagrada y en peligro de extinción- fueron encontrados muertos en las aguas recalentadas. 

Los líderes indígenas y los científicos han interpretado la sequía como una fuerte alarma sobre nuestro futuro. ¿Qué significa para la gente el estar sin agua en una de las regiones con las mayores reservas de agua dulce del mundo?

La crisis del agua de la Amazonía está siendo impulsada directamente por el cambio en el clima global, por la colonización de la atmósfera por los países más ricos del mundo y sus grandes empresas. Y esas mismas empresas e intereses estatales están empeorando la situación, a través de la colonización directa de la Amazonía.

Durante siglos, los ríos que conforman el Amazonas han sido severamente contaminados, dañados y debilitados por diferentes actividades extractivas. Los mineros del oro, los caucheros, los buscadores de petróleo. Hoy en día en la Alta Amazonía, los tributarios amazónicos están amenazados por la convergencia de industrias en expansión: las de combustibles fósiles, los agronegocios, la minería, las represas y las carreteras. 

Décadas de operaciones petroleras han contaminado las aguas y los suelos, especialmente a lo largo y ancho de las áreas que son el hogar de pueblos indígenas, incluyendo el territorio Waorani. “Hemos visto cambios fundamentales en nuestro territorio”, observa el líder Waorani Oswando (Opi) Nenquimo, quien desempeñó un papel clave en la victoria legal de su pueblo frente a la gran industria petrolera. “Hoy en día, el sufrimiento de la naturaleza puede verse a través de los ríos. Como pueblo Waorani, hemos conocido estos ríos durante más de mil años. Hace 50 años, un lugar como Curaray estaba lleno de peces. Ese ya no es el caso ahora, como consecuencia de la contaminación”.

Múltiples proyectos de represas, instalados bajo la engañosa bandera de ‘energía limpia’ han cercenado la conectividad de los tributarios amazónicos, especialmente en los territorios A’i Cofan. Los ciclos alterados de los ríos cortan el flujo de nutrientes, sedimentos y semillas. Las represas han sido particularmente dañinas para las poblaciones de peces, una fuente de nutrientes principal para muchas naciones amazónicas. 

Docenas de proyectos legales e ilegales de minería también han usurpado territorios indígenas. Para extraer y procesar el oro, los mineros con frecuencia utilizan procesos químicos altamente tóxicos, vertiendo metales pesados en los sistemas fluviales. Estos metales se acumulan en los cuerpos de los peces y los seres humanos, dejando un legado brutal de enfermedad y daño. En la actualidad, la Amazonía es un epicentro global de los impactos catastróficos sobre la salud ligados a la contaminación por mercurio. 

“Nuestros territorios del pueblo A’i Cofán están siendo devastados por la contaminación”, se lamenta Alexandra Narváez. “Estamos muy preocupados. Muchas veces las compañías mineras dicen cosas como – ‘es tan solo un pequeño daño colateral, no es nada’. Pero nosotros sabemos que el impacto es a un nivel espiritual, lo que nos hace a nosotros y a la armonía del planeta”.

Alicia Salazar, con base en las experiencias de las comunidades Siona, afirma que “la contaminación de los ríos puede ser lo más preocupante que estamos enfrentando. El agua está más contaminada cada día que pasa. Todo lo que necesitamos para alimentarnos, para asearnos, para hidratarnos, está contaminado y eso trae enfermedades.”

Desde las represas hasta los taladros, la invasión extractiva al interior de la Amazonía es facilitada por una red de carreteras. Estas se construyen en gran medida sin consultar previamente a las naciones indígenas si la quieren o no, abriéndose paso a la fuerza entre la selva, y haciendo que sea aún más fácil la colonización de esos territorios. Frecuentemente los constructores de carreteras extraen arena de los cauces amazónicos, destruyendo ecologías fluviales, tanto desde su interior como desde las riberas. 

Estas industrias representan una convergencia de fuerzas extractivas, todas buscando extraer materiales a toda costa, y destruyendo las dinámicas ecológicas y las relaciones humanas que hacen del Amazonas lo que es. 

“Ellos, la gente blanca, están cavando sus propias tumbas,” explica Alexandra. “Hay un choque de visiones. Las compañías ven al territorio solo como fuente de ganancias. Ven a los ríos como objetos. Nosotros lo vemos como un lugar de espiritualidad. Como mujeres indígenas, tenemos una conexión con un territorio. Consideramos a los ríos como seres vivos, llenos de vida, llenos de fuerza”.

Aquellos que están en las primeras líneas saben que lo que se está desplegando es una batalla entre visiones opuestas del mundo. Las empresas ven a la Amazonía como un pozo petrolero, como un rancho, como una plantación, como una mina abierta, como una fábrica. Los pueblos indígenas ven a a la Amazonía como vida, como hogar, como territorio. 

Un territorio se mantiene unido gracias a las relaciones, a la armonía. La Amazonía es un bioma intrincadamente conectado, en el que los ríos y la selva dependen uno del otro. 

Pero las profundas interrelaciones que hacen de la Amazonía el centro de la biodiversidad planetaria son las mismas características que hacen que la región sea tan vulnerable a las amenazas. La deforestación, impulsada por la agricultura de plantación, destruye los árboles que alimentan a los ‘ríos voladores’ que regresan el agua a los Andes, la fuente del Amazonas. Durante las últimas tres décadas, el Amazonas ha perdido más de 12% de su agua superficial. La destrucción en cualquier punto del sistema fluvial afecta directamente a las poblaciones de peces migrantes entre los extremos bajo y alto de la región. En la última mitad de siglo, las poblaciones de peces de agua dulce en el Amazonas se han reducido en un 75%.

Y a medida que las fuerzas extractivas siguen insertando aún más proyectos perjudiciales en el corazón del mundo -la Amazonía-, el cambio climático se está intensificando, alterando los ciclos de lluvia y acrecentando el riesgo de condiciones meteorológicas extremas. Un estudio reciente que examina las últimas sequías de 2023 por toda la Amazonía, encontró que el calentamiento global hacía que la sequía fuera 30 veces más probable. Para muchas comunidades indígenas, el cambio climático está fracturando su conocimiento territorial, muchas plantas ya no crecen de la misma manera, muchas especies ya no regresan. 

Los ancianos indígenas y los investigadores científicos temen que el Amazonas esté acercándose a un punto crítico de no retorno. Sin una acción drástica para salvaguardar la selva tropical contra la deforestación y el extractivismo, y sin una rebaja en las emisiones globales, la Amazonía se puede estar encaminando hacia un horizonte irreversible de sequía y desertificación.

PROTECCIÓN:

FORTALECIENDO LAS COMUNIDADES DE RESISTENCIA 

Frente a amenazas tan intensas, ¿qué se puede hacer para proteger los ríos amazónicos?

Entre muchos enfoques propuestos, solo uno ha demostrado ser extraordinariamente efectivo y consistente a través de los años: el liderazgo indígena. Las estadísticas hablan por sí solas. De 2001 a 2020, la deforestación en la Amazonía fue 14 veces menor dentro de los territorios indígenas que en el resto de la Amazonía. 

¿Qué explica esto? La defensa indígena del territorio y del agua se fundamenta en una serie de estrategias, pero como lo reiteran múltiples líderes comunitarios, existe una raíz común: la profunda conexión con el territorio

“Nuestra fortaleza como pueblos indígenas”, narra Alejandra Narváez, “es nuestra unidad y conexión con los espíritus de más arriba, con los espíritus del territorio. Continuamos luchando porque estamos defendiendo nuestra fuente de vida. Sabemos que vienen aún más amenazas, pero como mujeres defendemos la vida y a la Madre Tierra, y sabemos que estamos unidas con el territorio, lo que nos da fortaleza”. 

Alicia hace eco a la percepción de Alexandra, recordándonos que “proteger la selva requiere de una perspectiva interna y externa. Enfocándose hacia adentro, los pueblos indígenas estamos fortaleciendo nuestra propia espiritualidad, que es cómo nos conectamos y comunicamos con los seres espirituales. Con una fuerte conexión, podemos entender lo que están atravesando esos espíritus y lo que necesitan”.

Oswando Nenquimo insiste en las enseñanzas de los Pikenani -sabios Waorani-, quienes transmiten una memoria milenaria. “Nuestros Pikenani nos enseñan las historias de la selva, insistiendo y arraigando en nosotros el cuidar de los ríos y de la selva. Su concepción del mundo nos anima a luchar, a defender cultura y espíritu”.

Oswando nos recuerda que la invasión colonial de la Amazonía también es de tipo educativo. “Las escuelas coloniales se impusieron a sí mismas, tratando de cambiar el conocimiento sagrado. Los avances extractivos llegan con los avances educativos, intentando imponer una mentalidad de comodidad, de dinero, de la ciudad. 

Necesitamos asegurarnos de que nuestra juventud tenga conciencia de la historia del agua, de la vida, de la naturaleza. De esa manera podemos resistirnos a una visión impuesta del mundo y regenerar la nuestra propia”. 

En las naciones Siekopai, A’i Cofán, Siona y Waorani, las comunidades están fortaleciendo su propia auto gobernanza, recurriendo a su cultura. Están reconstruyendo sus propios sistemas educativos, levantando cartografía de sus territorios en sus propios términos y patrullando su territorio a través de guardias indígenas

Mediante la vigilancia de sus territorios y a través de la defensa legal de sus derechos en las cortes, estas naciones indígenas están luchando por proteger su territorio en el presente y garantizarles a las futuras generaciones una vida digna. Nuevos procesos colectivos también están nutriendo el diálogo entre diferentes ancianos y la juventud, animando a una generación emergente de nuevos líderes indígenas, educadores y artistas. 

Amazon Frontlines trabaja directamente para apoyar a naciones indígenas en sus procesos de fortalecer su propio poder. Juntos, emprendemos estrategias que trenzan juntos la defensa y la supervivencia cultural desde múltiples ángulos. Nuestros esfuerzos colaborativos han dado lugar a enormes victorias en los tribunales ecuatorianos, asegurando la devolución del título de propiedad de su territorio a la nación Siekopai, protegiendo más de 200 mil hectáreas de territorio de las compañías extractivas, y más recientemente, ganando el referéndum por el Yasuní, una votación histórica de los ciudadanos ecuatorianos, quienes votaron para detener la explotación petrolera en una de las zonas más biodiversas del planeta. 

Las comunidades indígenas están luchando por proteger sus territorios desde abajo hacia arriba, mientras también exigen grandes cambios políticos alrededor del mundo y una transformación en la conciencia planetaria. Alicia Salazar explica que proteger los ríos de la Amazonía depende de este “enfoque dual, fortaleciendo las comunidades internamente, y construyendo apoyo externo”.

Oswando Nenquimo enfatiza que el resto del mundo necesita tener en cuenta la violencia de la crisis ecológica. Como Nenquimo lo describe, “la Amazonía es una trinchera sin nombre. Debemos detener la guerra, y el mundo tiene que vivir en paz, porque nuestro planeta necesita paz y armonía. La gente en todo el mundo necesita unirse a la lucha contra el cambio climático para mejorar la vida para toda la humanidad”.

Tal transformación de conciencia, especialmente en el hiperactivo Occidente colonialista, significa transformar el cómo entendemos a la naturaleza misma. “La naturaleza es algo que está vivo, y tiene sus propios derechos”, agrega Alicia. 

El transformar nuestra conciencia en su esencia significa valorar y prestar atención a nuestra salud. Como urge Alexandra Narváez, “el permitir la contaminación es contaminarnos a nosotros mismos, admitiendo que no queremos vivir. Es decir que ponemos el dinero primero, antes que la vida. La Madre Tierra puede que no hable, pero ella puede hacernos sentir. A través de la contaminación, a través de la enfermedad. Necesitamos respetar nuestros espíritus, nuestros ríos, por el bien de todos los pueblos”. 

No es exageración decir que el Amazonas -la mayor fuente de agua dulce del mundo-, enfrenta el riesgo de colapsar. A menos que nos distanciemos velozmente de los combustibles fósiles y protejamos la selva, manteniéndola en manos de los pueblos indígenas, la Amazonía como la conocemos no permanecerá. 

Como reflexiona Alicia, “simplemente le pedimos a la gente alrededor del mundo que estén profundamente conscientes, que hagan ejercicio de sus conciencias. Nuestros ríos, nuestras selvas – todos esos lugares están vivos. Esa es la razón de que nuestra responsabilidad sea cuidar de ellos. Porque al final se trata de nuestra vida. Nuestra agua, nuestro aire, nuestro alimento. Si no los cuidamos nosotros mismos, ¿quién lo hará?

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